Por Juan Carlos Ortega
El pasado miércoles Felipe Calderón dio su mensaje de año nuevo. En él “pedía” a los ciudadanos tolerar el abuso del ejecutivo a las finanzas de los hogares mexicanos y esforzarse por resarcir el aletargamiento de la productividad Nacional sin importar la falta de interés político por llevar a cabo las transformaciones que el país requiere en materia industrial, educativa y política. De acuerdo al mensaje, el bicentenario de la independencia será el vector que guiará el esfuerzo de los mexicanos para emular las acciones de los personajes que vieron nacer a México como una Nación independiente.
El pasado miércoles Felipe Calderón dio su mensaje de año nuevo. En él “pedía” a los ciudadanos tolerar el abuso del ejecutivo a las finanzas de los hogares mexicanos y esforzarse por resarcir el aletargamiento de la productividad Nacional sin importar la falta de interés político por llevar a cabo las transformaciones que el país requiere en materia industrial, educativa y política. De acuerdo al mensaje, el bicentenario de la independencia será el vector que guiará el esfuerzo de los mexicanos para emular las acciones de los personajes que vieron nacer a México como una Nación independiente.
¿México es en verdad libre y soberano? Difícilmente. La autonomía Nacional ha sido sometida por la ironía de los límites neoliberales y el pragmatismo del libertinaje legislativo. En la actualidad se carece de soberanía alimentaria, nuestro ciclo productivo está condicionado por la tendencia estadounidense, organismos supranacionales vigilan sigilosamente la diplomacia internacional y hasta los pocos e inmorales instrumentos de legitimación gubernamental dependen de las transferencias monetarias plasmadas en el plan Mérida.
Sin duda la libertad ha sido cuarteada por la dinámica globalizadora: inversionistas mexicanos han sido desplazados por los capitales extranjeros, los cuales cuentan con ventajas competitivas, de desarrollo industrial y de estructura financiera, que sitúan a los competidores en niveles inequitativos.
Por otra parte, el libertinaje con el que la clase gobernante se ha comportado a la hora de legislar, se ha caracterizado por anteponer los intereses privados a las necesidades de desarrollo social. La falta de representatividad es por si misma una condicionante a la libertad, pero a ella se pueden adherir ilustrativos ejemplos:
La obstinación por continuar la lucha armada contra el narcotráfico ha encarecido, en términos de seguridad, el costo por transitar dentro del territorio; al tiempo que México se presenta como el país más peligroso para desarrollar actividades periodísticas. Así mismo, a millones de mujeres se les ha prohibido la capacidad de decidir sobre el futuro de sus embarazos y aunque el matrimonio homoparental ha ganado un resquicio de terreno, la opacidad de los procesos políticos y la vulnerabilidad de los derechos humanos son paradigmas aun prevalecientes en nuestra sociedad.
Avanzar en el sentido de la libertad planea la necesidad de terminar con los sometimientos del modelo neoliberal y combatir el libertinaje con el que hoy se legisla. Solo así se alcanzará el respeto de las garantías individuales y colectivas.
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