Resulta imposible permanecer indiferente frente a la catástrofe que se vive en Haití, la cual se ha intensificado después del sismo ocurrido el martes pasado. A pesar del oportunismo mediático y político de ciertos sectores para incrementar su presencia militar en el Caribe o simplemente para manipular la opinión pública a favor de sus intereses, la situación amerita reflexionar sobre una palabra muy socorrida durante los últimos días, pero poco comprendida, a saber: la solidaridad.
Frente a este tipo de catástrofes, muchos individuos actúan instintivamente para ayudar a las personas afectadas, sin embargo, vale la pena recordar que ser solidario, no consiste sólo en realizar acciones o dadivas inspiradas por la caridad, sino también implica cuestionarse de buena fe, por las causas que llevaron a esta nación a una crisis humanitaria desde antes que ocurriera el terremoto. Haití es el país más pobre del continente y esa ha sido su principal tragedia como resultado de largos siglos de colonialismo.
Algunas de estas causas han sido: la explotación indiscriminada de sus recursos naturales y de su fuerza de trabajo, así como las constantes intervenciones militares, llevadas a cabo por los “países desarrollados” que en esta coyuntura quieren aparecer como ejemplo de la “solidaridad internacional”.
Lo anterior es una muestra de lo paradójico de esta situación en el escenario político mundial, pues si bien es palpable la intención de ayudar a disminuir los efectos de esta tragedia, lo cierto es que no hay una intención de revertir de fondo, las causas que provocaron en Haití una crisis humanitaria, más aún las instituciones se han colapsado y por ello se requerirán más que buenas intenciones y discursos para superar el clima de zozobra que actualmente se vive en el país caribeño.
Los mexicanos conocemos de cerca las dificultades que entraña un evento de esa magnitud, por eso no podemos permanecer insensibles frente al dolor y la necesidad de un pueblo que ha sido sacudido por un golpe devastador, en su ya de por si frágil estructura. Para México, la tragedia de Haití es un asunto prioritario por varias razones: 1) porque se encuentra en nuestra zona de influencia, 2) porque se espera un éxodo masivo de migrantes en los próximos meses y 3) porque pone a prueba el espíritu de cooperación y los valores políticos de la comunidad internacional. Frente a este panorama es momento de mostrar sin titubeos la solidaridad de los pueblos, para no sucumbir frente al engañoso confort de la indiferencia.
Frente a este tipo de catástrofes, muchos individuos actúan instintivamente para ayudar a las personas afectadas, sin embargo, vale la pena recordar que ser solidario, no consiste sólo en realizar acciones o dadivas inspiradas por la caridad, sino también implica cuestionarse de buena fe, por las causas que llevaron a esta nación a una crisis humanitaria desde antes que ocurriera el terremoto. Haití es el país más pobre del continente y esa ha sido su principal tragedia como resultado de largos siglos de colonialismo.
Algunas de estas causas han sido: la explotación indiscriminada de sus recursos naturales y de su fuerza de trabajo, así como las constantes intervenciones militares, llevadas a cabo por los “países desarrollados” que en esta coyuntura quieren aparecer como ejemplo de la “solidaridad internacional”.
Lo anterior es una muestra de lo paradójico de esta situación en el escenario político mundial, pues si bien es palpable la intención de ayudar a disminuir los efectos de esta tragedia, lo cierto es que no hay una intención de revertir de fondo, las causas que provocaron en Haití una crisis humanitaria, más aún las instituciones se han colapsado y por ello se requerirán más que buenas intenciones y discursos para superar el clima de zozobra que actualmente se vive en el país caribeño.
Los mexicanos conocemos de cerca las dificultades que entraña un evento de esa magnitud, por eso no podemos permanecer insensibles frente al dolor y la necesidad de un pueblo que ha sido sacudido por un golpe devastador, en su ya de por si frágil estructura. Para México, la tragedia de Haití es un asunto prioritario por varias razones: 1) porque se encuentra en nuestra zona de influencia, 2) porque se espera un éxodo masivo de migrantes en los próximos meses y 3) porque pone a prueba el espíritu de cooperación y los valores políticos de la comunidad internacional. Frente a este panorama es momento de mostrar sin titubeos la solidaridad de los pueblos, para no sucumbir frente al engañoso confort de la indiferencia.
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