Sin duda, uno de los hechos que le dieron forma al 2009 y por los cuales será recordado, es la aparición de Rafael Acosta Juanito en la vida pública de nuestro país. La historia que comenzó con la lucha entre Silvia Oliva y Clara Brugada por hacerse de la candidatura del PRD a una jefatura delegacional, rápidamente sería coptada por el “divo” de Iztapalapa para interpretandar el papel protagónico. Como era de esperarse, el Juanito Gate no representará un punto de inflexión o una condicionante en la forma de hacer política de cara a los años venideros; en mi opinión, sólo es un hecho que reúne las características más significativas del supuesto sistema democrático nacional, exhibiendo los grandes vicios y la preponderancia del juego político entre las cúpulas de poder.
A pocos meses de haberse suscitado las elecciones en Iztapalapa, poco queda de las organizaciones ciudadanas que habían logrado sortear los obstáculos impuestos por el tribunal electoral del DF... “sí querían que Clara Brugada fuera electa delegada no había que cruzar su nombre, sino el de Rafael Acosta, al que todos conocemos como Juanito y del que más tarde se revelaría una estruendosa verdad, su verdadero nombre, Rafael Ponfilio”. La comunidad se pronunció a favor de Clara y del proyecto obradorista, pero el triunfo, no de una figura política, sino de la organización ciudadana y del empoderamiento de la sociedad, sería tristemente frustrado por el sueño político de Rafael Acosta en una noche de verano.
La politización de la sociedad y la acciones de las conglomeraciones ciudadanas a través de las vías institucionales quedaron desairadas ante la negativa de un sólo individuo a cumplir con el papel que le tocaba jugar. No es de sorprenderse, la historia de los actores políticos en tiempos electorales son eminentemente reveladoras. Sin hacer distinción entre partidos, atrás han quedado promesas de empleo, crecimiento económico, combate a la pobreza y reducción de impuestos.
Al final gobernará Clara, pero no como consecuencia de los sufragios, sino a través de mecanismos coercitivos distantes a la población. La presión ciudadana sin duda incidió en el desenlace de la historia, pero hubo que recurrir nuevamente a las acciones de alternativa institucional. Por su parte Juanito, cobijado a la sombra de su estatua de bronce y enclavado en la materialización del teatro que ha sido su vida, prepara una nueva envestida a los horarios estelares de la televisión, a los comercios de corbatas y a la politización de la comunidad.
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